Presentación Personal
(Autora: Teodora Nogués)
Yo me crié en un
barco. Desde los siete años, hasta pasados los once, viví en un velero de doce
metros de eslora.
Conocí toda la costa
de Brasil, la Guyana Francesa, la desembocadura del río Amazonas y varias islas
del Caribe. Todo esto lo conocí desde el agua y sobre todo conocí el agua, el
color azul tinta que tiene el agua cuando estás lejos muy lejos de la tierra;
tan hermoso y tan profundo como el miedo cuando estás lejos, muy lejos de la
tierra.
Pero no voy a escribir sobre eso. Porque a mí
me gusta escribir sobre gente, no sobre peces; no me interesan los bagres, las
tarariras ni las mojarritas que aprendí a reconocer en el Río de la Plata.
No me interesan las
tortugas gigantes, las orcas, los tiburones y las manta rayas que vi retozar
junto a otras criaturas marinas que jamás había visto, en la playa más desierta de Isla del Diablo,
como en un cuento de hadas japonés. Me dijeron que de un acantilado de esa isla Papillón saltó al mar, huyendo de la
prisión con una bolsa de cocos a modo de balsa, pero no me consta. Yo probé los
cocos de la Isla del Diablo para flotar y funcionan bastante bien, pero no sé si
tanto como para escapar de los guardias y los tiburones.
Después de que el barco naufragó en una de
las paradisíacas islas del Caribe, viví dos años en un pueblito de 300
habitantes en los Valles Calchaquíes en la provincia de Tucumán, a 4000 metros
sobre el nivel del mar. Sobre eso voy a escribir un poquito, pero no tanto,
porque 300 personas no es tanta gente.
Ya escribí algo sobre eso desde un personaje
que se llama La Gringuita. La Gringuita soy yo, o una de mis tantas versiones,
porque así me apodaban en los Valles Calchaquíes, pero eso queda entre
nosotros. Nadie más que ustedes y yo lo saben shhh.
La gringuita, que soy yo, o eso prende ser
ella aunque le falta crecer mucho aún para llegar a ser yo…La Gringuita, decía,
viajará durante un par de años más y a los 17 volverá a su Buenos Aires natal.
Acá dejo de ser la gringuita, o la rubita. A
nadie le llama la atención mi color de pelo ni de piel. Salvo cuando me lo teñí
de rojo y me apodaron “la colo” un tiempo.
Acá lo que llama la atención es que me crié en
un barco, que crecí en una montaña, que viví en una comunidad wichi.
Acá aprendí a decir acá en vez de aquí ¿O cómo
es que se dice acá: aquí o acá?
Acá o aquí, llama la
atención mi acento. Allá y allí también, porque mi acento no es de ningún lado.
Acá me dicen que vivir en un barco es
fantástico, los que no saben lo que es la agonía de marearse siempre en alta
mar y no poder bajarse para seguir el viaje caminando.
Acá me dicen que debería escribir sobre eso. Y
voy a escribir, pero no sobre eso.
Bello, muy bello Gringuita. Lo que no contaste es que desde el barco creciste pescando palabras de colores, para armarte y rearmarte así de lindo, hoy.
ResponderEliminarGracias, Adri hermosa, por tu comentario de poetisa.
ResponderEliminarUn atalaya. Desde de tantas experiencias, tan distintas, su vida es una torre, una torre de babel desde donde usted puede observar a la gente con perspectiva. O al menos darse cuenta más fácil del lado B de esa gente que está en tierra, aislada en su isla.
ResponderEliminarGracias por su comentario Pedro, me da una perspectiva muy interesante.
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