El Perro Turquesa
Le voy a ser sincero, no tengo un mango para
pagarle al analista, así que necesito
contarle mi sueño a alguien.
Resulta
que estoy en mi cama, que no es mi cama, en una casa que no es mi casa…como
ocurre siempre en los sueños, así que digamos que estoy en mi cama, para
simplificar. En eso, me parece ver a mi gatito, el que se fue hace poco,
supongo que a morirse, vio como son los gatos, a diferencia de los perros que
vienen a morirse a los pies de sus dueños, los gatos cuando son viejitos, como
era el mío y sienten que se van a morir, se van lejos, como para evitarles a
uno el mal rato. Cuestión que yo no sé con certeza que mi gato, efectivamente
se haya muerto, así que no me llama la atención que aparezca en mi ventana.
Veo la silueta de lo que parece ser mi gato
acercarse, pero resulta ser un perrito hermoso, tipo peluche. Abrazo al
animalito que se muestra muy a gusto
conmigo. Veo que tiene una medallita, así que busco mi teléfono móvil para
llamar al número que aparece en la medalla. Pero me cuesta mover el brazo,
porque lo tengo a upa y está tan lindo y mimoso que no lo quiero molestar.
Entonces le pido a mi madre, que no es mi madre (y esto sí tengo que aclararlo,
como verá en un rato), que llame ella, que yo le dicto el número. Pero fíjese
que también me cuesta leer los números porque cambian como si la medallita del
perro fuera un reloj digital con poca pila. Lo que parece ser un cero, de
pronto es un ocho, o un tres.
Salgo al patio para ver mejor, donde está el
resto de mi familia, que no es mi familia, con el perrito en brazos y en eso
noto que su pelaje es de color turquesa, la cosa más linda que haya visto.
Claro, en el sueño me parece totalmente posible que un perro sea de color
turquesa, aunque me llame la atención. Aclaro que aunque estoy cada vez más
encariñado con ese animal maravilloso, no dudo en ningún momento que hay que
devolverlo
Tampoco me parece raro que el perro traiga,
además de correa una cartera. Para mi es obvio que la cartera se le perdió al
dueño junto con el perro. Está abierta y alcanzo a ver en su interior varios
billetes, uno de quinientos, algunos de cien y otros más chicos.
Ya veo los números con claridad y se los dicto
a mi madre que no es mi madre.
-Avisale que también
encontramos su cartera con la plata- le digo cuando logra comunicarse con el
dueño del perro.
-Si, ya le digo y ahí
le acomodo las cosas de la cartera.
Me contesta mi madre
que no es mi madre y vuelvo a aclarar que no es mi madre, porque mi madre, paz
descanse, no robaría ni en sueños, ni en los sueños de ella ni en los de otro
¿Me explico? Mi madre era de las que si le daban vuelto de más, lo devolvía,
así fuera en un una cadena de supermercados que qué les importa unos pesos de menos,
pero ella los devolvía igual. Y yo heredé de ella esa incapacidad de quedarme
con un vuelto de más.
-Ya está, ya le
acomodé la plata, hay ochenta y cinco pesos.
-¿Cómo ochenta y
cinco?- Le grito- ¡Había mucho más!
-Ya está, hijo.
-¡No mamá, esos no
son los valores que me inculcaste! ¡Devolvé la plata!
Grito indignado,
dolido, porque me siento traicionado por mi madre que no es mi madre y mi
familia cómplice que no es mi familia.
¿Vio cuando uno trata de gritar en un sueño,
pero la voz no le sale y entonces se despierta y le queda como el nudo en la
garganta? Bueno, así me desperté hoy.
Mi
santa madre (la de verdad, no la del sueño) decía que Dios, en su infinita
misericordia, cuando uno hacía una buena acción en un sueño, se la computaba
como una buena acción real; en cambio, si uno cometía un pecado en sueños, no
era contado como real. Pero yo no sé si es tan así, por eso que dicen en
catequesis de que se puede pecar de palabra, pensamiento y obra ¿Entonces un
sueño no valdría lo mismo que el pensamiento?
En ese caso ¿Cómo
cuenta mi sueño para el Señor? ¿Cómo buena acción porque intenté devolver la
plata? ¿O mala, porque no pude evitar que mi familia se la robara?
A lo que voy ¿Por qué desde que me
desperté, me sigue a todos lados este hermoso perro turquesa? ¿Es un premio o
me está persiguiendo para que le devuelva la plata robada a su dueño?
Autora: Teodora Nogués