Por Amor a la Cillamor
(Autora: Teodora Nogués)
-Lo hago por amor al
arte- Fue la respuesta de X, cuyo nombre no recuerdo, cuando le pregunté por
qué intentaba vendernos fondos de inversión sin ser oficial de cuentas, siendo que eso no
le reportaba ningún beneficio económico
-Lo hace por amor a
la cillamor- Me dijo por lo bajo uno de mis compañeros más veteranos.
Tardé en entender que se refería a su amor por
el oficial de cuentas carilindo de la sucursal donde trabajaba antes.
Había mucha presión para cumplir los objetivos.
Los oficiales de cuenta nos pedían a los otros empleados que por favor
contratáramos seguros, o que adquiriéramos tarjetas de crédito aunque no las
usáramos, total después podíamos darlas de baja, pero a ellos ya se los
contabilizan como una venta.
El amor de X estaba en la misma situación y
ella lo ayudaba con eso, para que él no tuviera que arrastrase hasta el centro
a rogarnos que invirtiéramos aunque más no fuera en unas pocas cuotaspartes y
así contabilizar un alta en su cartera de clientes.
Hasta donde yo sé, el
carilindo no se hizo cargo cuando X quedó embarazada de él. Pero son sólo
rumores. En ese momento ella trabajaba en otro sector y no éramos amigas como
para preguntarle. No seguíamos en contacto.
Pero decían, que X
estaba feliz de tener a ese hijo. Era una polvorita, emprendedora, creativa
hasta en el trabajo rutinario de oficina, buscando siempre nuevas formas de
mejorar los procesos. No se quedaba mucho tiempo en un sector, porque se
aburría. Siempre imaginé que sería una madre feliz, aún con el corazón roto,
parecía que se llevaba la vida por delante.
-¿No será tuyo? ¿Vos
no anduviste por ahí?- Le preguntaron al más pajero de mis compañeros. Aunque
sabían que el padre no era él.
-No…a menos que la
haya embarazado por la boca.
Le festejaron la
gracia de dar a entender que la flamante madre soltera había tragado su semen.
Así como le festejaban sus otras gracias: la de tirarse pedos al lado de su
compañera de escritorio; o la de ir al baño todos los mediodías tapándose una
erección, no se si real o imaginaria, con una revista para mostrar que iba a
masturbarse.
Lo que no le
festejaban, pero tampoco censuraban era que tocara libidinosamente los hombros descubiertos de sus compañeras. Lo
que sí festejaron, fue la bofetada que le di cuando quiso hacer lo mismo
conmigo. Pero el festejo era más por la gracia de que yo tan “tranquilita y
pura paz interior” le hubiera zampado esa bofetada que se escuchó en toda la
oficina, que por un sentimiento de justicia.
Hasta ese ser despreciable, se sentía con derecho de
estigmatizar una madre soltera, en pleno estreno del segundo milenio.
No recuerdo ninguna burla dirigida al oficial
carilindo.
Hace poco lo “stalkeé”, curiosidad morbosa que me da
saber de qué lado de la brecha quedó la gente de mi pasado.
Por lo que vi, quedó del lado de los anti
negros choriplaneros que no quieren agarrar la pala, porque trabajo hay, pasa
que quieren trabajos fifi de computadora.
No se identifica con
Santiago Maldonado porque él es un trabajador que siempre se ganó la vida
decentemente, sin ayuda de nadie, que no anda cortando rutas ni pegánole a
gendarmes.
De lindo, no le queda
nada, ni la cara, ni el pensamiento.
Tiene un hijo pequeño, lo mejor que le pasó en
la vida, su bebé hermoso por el que
agradece a la virgencita de Luján.
No parece que se haya
hecho cargo de su otro hijo.
No hay lugar en la
foto familiar para el hijo fruto de ese amor unilateral, fruto del amor a la
cillamor.
Pufff, cuanta tela hay para cortar sobre esos temas!!! Hay gente deprimente!!!
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