jueves, 29 de marzo de 2018

Por Amor a la Cillamor de Teodora Nogués


Por Amor a la Cillamor
(Autora: Teodora Nogués)
-Lo hago por amor al arte- Fue la respuesta de X, cuyo nombre no recuerdo, cuando le pregunté por qué intentaba vendernos fondos de inversión  sin ser oficial de cuentas, siendo que eso no le reportaba ningún beneficio económico
-Lo hace por amor a la cillamor- Me dijo por lo bajo uno de mis compañeros más veteranos.
 Tardé en entender que se refería a su amor por el oficial de cuentas carilindo de la sucursal donde trabajaba antes.
 Había mucha presión para cumplir los objetivos. Los oficiales de cuenta nos pedían a los otros empleados que por favor contratáramos seguros, o que adquiriéramos tarjetas de crédito aunque no las usáramos, total después podíamos darlas de baja, pero a ellos ya se los contabilizan como una venta.
 El amor de X estaba en la misma situación y ella lo ayudaba con eso, para que él no tuviera que arrastrase hasta el centro a rogarnos que invirtiéramos aunque más no fuera en unas pocas cuotaspartes y así contabilizar un alta en su cartera de clientes.
Hasta donde yo sé, el carilindo no se hizo cargo cuando X quedó embarazada de él. Pero son sólo rumores. En ese momento ella trabajaba en otro sector y no éramos amigas como para preguntarle. No seguíamos en contacto.
Pero decían, que X estaba feliz de tener a ese hijo. Era una polvorita, emprendedora, creativa hasta en el trabajo rutinario de oficina, buscando siempre nuevas formas de mejorar los procesos. No se quedaba mucho tiempo en un sector, porque se aburría. Siempre imaginé que sería una madre feliz, aún con el corazón roto, parecía que se llevaba la vida por delante.
-¿No será tuyo? ¿Vos no anduviste por ahí?- Le preguntaron al más pajero de mis compañeros. Aunque sabían que el padre no era él.
-No…a menos que la haya embarazado por la boca.
Le festejaron la gracia de dar a entender que la flamante madre soltera había tragado su semen. Así como le festejaban sus otras gracias: la de tirarse pedos al lado de su compañera de escritorio; o la de ir al baño todos los mediodías tapándose una erección, no se si real o imaginaria, con una revista para mostrar que iba a masturbarse.
Lo que no le festejaban, pero tampoco censuraban era que tocara libidinosamente  los hombros descubiertos de sus compañeras. Lo que sí festejaron, fue la bofetada que le di cuando quiso hacer lo mismo conmigo. Pero el festejo era más por la gracia de que yo tan “tranquilita y pura paz interior” le hubiera zampado esa bofetada que se escuchó en toda la oficina, que por un sentimiento de justicia.
 Hasta ese  ser despreciable, se sentía con derecho de estigmatizar una madre soltera, en pleno estreno del segundo milenio.
 No recuerdo ninguna burla dirigida al oficial carilindo.
 Hace poco  lo “stalkeé”, curiosidad morbosa que me da saber de qué lado de la brecha quedó la gente de mi pasado.
 Por lo que vi, quedó del lado de los anti negros choriplaneros que no quieren agarrar la pala, porque trabajo hay, pasa que quieren trabajos fifi de computadora.
No se identifica con Santiago Maldonado porque él es un trabajador que siempre se ganó la vida decentemente, sin ayuda de nadie, que no anda cortando rutas ni pegánole a gendarmes.
De lindo, no le queda nada, ni la cara, ni el pensamiento.
 Tiene un hijo pequeño, lo mejor que le pasó en la vida, su bebé hermoso  por el que agradece a la virgencita de Luján.
No parece que se haya hecho cargo  de su otro hijo.
No hay lugar en la foto familiar para el hijo fruto de ese amor unilateral, fruto del amor a la cillamor.




1 comentario:

  1. Pufff, cuanta tela hay para cortar sobre esos temas!!! Hay gente deprimente!!!

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