lunes, 11 de julio de 2016



Miraba por la ventanilla como las casas se perdían en el cielo, la tarde oscurecía tan veloz que pronto solo pudo distinguir sombras contrastando con el horizonte violeta… el tren estaba a oscuras.

Difícil era entender hacia dónde se dirigía, los pies apoyados sobre el respaldo del asiento delantero la hacían sentir más cómoda, un único pensamiento ocupaba su mente. Se enteró del incendio por el noticiero, gran parte de la reserva ecológica donde semanas antes se hospedada estaba ahora destruida, lo primero fue recordarlo, es decir intentarlo.

Hizo algo ahí, lo sabía, podía traer a su memoria algunas imágenes recortadas del lugar, las playas, las carpas, las cabañas, el extrañar a alguien, ¿a quién? ¿cuándo fue y cuándo volvió?, y qué carajo hacía en ese tren.

Una señorita se sentó a su lado, sonriendo le empezó a dar charla sin más, ella continuaba inmersa en sus cavilaciones, volvió en sí cuando la muchacha mencionó el accidente, realmente no lo mencionó; dijo que estaba viajando hoy mismo para allá porque según su sexto sentido el novio la estaba engañando, entonces hablaron del incendio, del muchacho que estaba herido pero no grave, de como mantenían una relación a distancia y de como en los últimos días ella lo notaba extraño.

En el hostel había muy buena onda, iba recordando, se trata del mismo donde trabaja el novio de esta piba, pensó, a su mente llegó la foto del accidente, la cara del encargado buena onda al que obviamente se había garchado pero sin una pista de el cómo o de si estuvo bien o fue una cagada; recordaba promesas de volver a verse, y la muchacha seguía hablando de su novio y de la foto del accidente en el diario, le preguntaba si lo conocía porque era un lugar chico, insistía con que se lo tenía que haber cruzado.

-Sí, lo conozco, ¿está bien? El titular decía que se cayó al desmoronarse la cabaña.

-Estaba reparando el techo, y ¿qué te pareció? Es re buena onda Mati, ahí prácticamente todo lo hace él, va a tener que levantar de cero el lugar…

Por qué ella no sabía que Mati tenía novia, ¿se lo preguntó o dio por sentado que no? ¿cómo alguien tan copado podía ser un cerdo?, o lo sabía y tal vez fue a ella a quien le chupo un huevo, ademas por qué la novia estaba en el mismo tren hablándole de sus sospechas.

Lucrecia bajó, se despidió cálidamente prometiendo que mandaría muchos abrazos de su parte a Mati. Sola en ese cada vez mas tétrico vagón contemplaba sus piernas, sus zapatillas, su falta de ética su culpa, las plantas al costado de las vías, las casas que ahora podía ver gracias a que habían encendido las luces, miraba la noche tibia, pensaba en el amor dentro de esas casa, en las familias que estaban ahí metidas, pensaba en lo especial de las casitas ferroviarias, tanto en el sur como en el norte, en capital no, ahí solo hay concreto, pensaba en su imposibilidad de recordar, pensaba en volver al pasado y hacer las cosas bien, lloraba tanto que si en el tren hubiesen viajado otros pasajeros habrían usado el freno de emergencia, lloraba pidiendo que fuese todo mentira, lloraba queriendo ser otra, lloraba deseando un otro para amar, sin novia, mudarse juntos a una casita ferroviaria, tener un jardín, una huerta y un patio trasero desde donde saludar a los maquinistas y a los pasajeros.


Aún asustada y con el estomago revuelto se despertó, aún no había sol, miró la hora, no pensaba ir a trabajar en esas condiciones, abrazo muy fuerte a su compañere y se volvió a dormir.

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