jueves, 2 de junio de 2016

Mi Otra Mitad (Un Cuento de Ciencia Aflicción)

Mi Otra Mitad

(Un Cuento de Ciencia Aflicción)

La intervención quirúrgica a la que me iba a someter era relativamente sencilla.  Se trataba, básicamente, de extirpar la mitad derecha de mi cuerpo y reemplazarla por el nuevo modelo robótico de silicona para mejorar fuerza, elongación y flexibilidad.
Las pruebas pre quirúrgicas habían sido un éxito, al igual que la práctica de coordinación entre mi mitad real y la robótica.
Pero en la última entrevista con el cirujano, un día antes de la entrada al quirófano, caí en la cuenta de que, siendo diestro, el período de rehabilitación post quirúrgico, se me iba a complicar. Que mi mitad derecha fuera la reemplazada, tenía la ventaja extra de mejorar la estética de la mano que tengo con tendencia a brotarse por la psoriasis, y aunque me daba lástima no aprovecharla, esa ventaja no justificaba el no poder comer y escribir cómodamente lo que durara la rehabilitación (después de todo, la zona de mi mano afectada por la psoriasis es ínfima).  Dudé un momento más, pensando en el inconveniente de no poder puntear los acordes de la guitarra, si me extirpaban mi mitad izquierda, pero eso podía esperar;  además de la otra manera, tampoco iba a poder rasguearla. Así que le planteé mi decisión al cirujano:
-Mirá, doc, estoy pensando que mejor reemplacemos mi mitad izquierda en vez de mi derecha, porque el tema es que soy diestro ¿viste?
-Y…pero ahora es un kilombo, hay que reprogramar el quirófano, mandar hacer otra prótesis…
-Si, te entiendo, pero entendeme vos a mí, que va a ser un kilombo no poder usar mi mitad derecha durante la rehabilitación.
-Pero que me avises así, a último momento…
-Bueno, disculpame, es que me di cuenta ahora.
-Está bien, vamos a reprogramar la cirugía.
-Gracias, doc, y disculpá la molestia.
Me fui preocupado, pensando cómo iba a resolver el tema del cambio de días de licencia en el laburo, preocupación que iba en aumento, como bajando de mi cabeza al resto de mi cuerpo, sintiendo los pies cada vez más pesados, hasta no poder dar un paso más.
Me desperté gritando. Instintivamente me agarré los testículos con la angustia de sentirme amputado todavía latente. Corroboré que todo estaba intacto, mi integridad física y mi habitual erección matutina no estaban afectadas por la pesadilla.
Abracé a Laura que seguía durmiendo, pero mis palpitaciones y la preocupación no se me iban. Le susurré al oído.
-Laura, Laura.
-¿Qué pasa, mi amor?
-Suspendé, suspendé.
-¿Qué cosa, gordo?
-La operación, suspendela, por favor.
-Pero, mi amor, si es una operación super sencilla. Con lo contento que estabas...
-No es por eso, Laura, sos hermosa, sos hermosa así, no te operes, no te agregues nada, no te pongas las lolas, sos hermosa, Laura, sos hermosa...





Autor: Teodora Nogués

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