miércoles, 29 de junio de 2016




Hubo una etapa de sucesos truncos y amores que no fueron… por suerte.

Los chicos muertos no se fijan en chicas muertas, eso lo aprendí demasiado rápido, pero en terreno de varones me gustaban los inviables, los que escasean, los imposibles y solo esos, sin matices, aquellos que te complican la existencia aún cuando desconoces sus nombres, su edad, su sexo, su religión y sobre todo no sabés si votan a la derecha.

El gusto por la muerte se diluyó entre el sufrimiento propio y ajeno recibido en dosis no homeopáticas… a mí me gusta la vida...por ahora.

Cuidado con pedir demasiado al universo, cuando este colapsa tu pedido puede llegar inoportunamente tarde, en la oscuridad de un bondi (y vos ,que hasta hace dos horas atrás no entendías el por qué de la maraton de películas de terror te das cuenta de que el universo tiene un plan para todos… o no).
Lo conocía de otras noches, él a mí no... hasta ayer. Creo haber oscurecido un poco este semestre, no lo suficiente como para ser inapetecible solo lo necesario para aparentar ser interesante; lo sé porque me clavó una mirada que llegaba 7 años atrasada, entendí entonces, los chicos muertos son perversos y era en ello donde radicaba mi fascinación, la aventura de romperte a pedazos consensuadamente… y morir irremediablemente.
He visto suficientes películas como para saber que ante un psicópata lo mejor es mantener la calma e ignorarlo sobre todo cuando este te resulta inapropiadamente excitante… lo mismo se aplica para un varón que viste como vampiro y que tiene su nariz peligrosamente cerca de tu nuca… en nuestra corta aventura chacarita paternal jugamos a acorralar al ratón… lo que no sabemos es quién era el ratón y quién el vampiro.

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