jueves, 23 de junio de 2016

El PRIMER PECADO por Jorge Tuzi

Fue en tu cumpleaños número once, en esa edad donde tu cuerpo siente que la niñez se te está yendo como agua entre los dedos, lenta e irremediablemente, dando lugar a nuevas fantasías, nueva visiones de un mundo que aún hoy a los cincuenta y cinco te resulta no del todo comprensible. Por eso, cuando sonó la puerta, tu mama la abrió y entró Guille y notaste que el regalo que traía en sus manos no era lo habitual que un niño suele recibir. Era un envoltorio  blanco, rectangular y duro del tamaño de un ladrillo , lo palpaste tratando de adivinar su contenido cumpliendo con el ritual de la sorpresa pero tu ansiedad pudo más, así que en pocos segundos rompiste el envoltorio y ahí estaba: blanco,  reluciente, el primer libro de tu propiedad.
La portada tenía una ilustración increíble, un buque medio averiado, a su lado un submarino de forma extraña y un grupo de personajes mirándolo con sorpresa, vestidos de navegantes de mediados del siglo XIX. El título era Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino y el autor era Julio Verne. Las noches siguientes procuraste leerlo despacio como quien saborea un helado en pleno invierno.

Dos semanas después tu sensación de vacío fue notable, ese “juguete” ya había cumplido su ciclo y el viaje había terminado, así que resolviste crear tus propias historias Tomaste un viejo cuaderno al que le sobraban hojas en blanco y un lápiz negro. Tenía que tratarse de un submarino, era la manera en que te hubiera gustado recorrer el mundo, ese tipo de vehículo rara vez aparecía en la superficie, lo hacía solo para recoger lo indispensable y luego se volvía a sumergir inevitablemente en su mundo de peces extraños, cetáceos inmensos, abismos insondables y viejas ciudades sumergidas. Tenía que ser parte de un proyecto secreto, como todo lo que uno hace a los once años. La escritura empezó a revelar los capítulos con un desesperado frenesí que se consumió en poco tiempo, nunca pasaste del capítulo cuatro a pesar de que los personajes habían empezado a tomar cuerpo y mente propia, ese fue tu primer pecado, los dejaste solos y a la deriva,  quizás aquello te asustó, no estabas preparado para ser amo y señor, juez y parte de  aquel universo. A veces ellos se te aparecen entre sueños, reclamando que les asignes un destino pues ese abismo sin final en el que quedaron inmersos, hoy, aún hoy, les resulta insoportable.

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