Contravención Pasional
(Autora: Teodora Nogués)
-¿No tenés un scaner
para tomarme las huellas?- Le digo a la milica.
-No, qué vamos a
tener, acá no tenemos nada- Me contesta- cada cual se trae su computadora, la
silla en la que estás sentado es prestada, el teléfono del que llamaste a tu
abogado es el mío.
Y ahí me entero, pobres canas, no tienen nada,
tres milicas haciendo el laburo de oficina.
Mi abogado me había dicho que negara todo.
-¿Te vieron?
-No, pero hay
cámaras.
-No importa, vos negá
todo.
Cuando me llamaron parar declarar, justo
estaba con mi hija después de seis meses de no verla. Así que le conté que
había estado en cana y lo que había hecho.
-¿Vos te diste cuenta
de que había sido yo?-Le pregunté, sin vueltas.
-Si- Me contestó- Al
toque- Y hubo un momento de tensión.
Ella no está acostumbrada a estar conmigo,
porque la madre, desde que nos separamos, me impidió el contacto, no respetó el
régimen de visitas, me puso trabas, me puso una orden de restricción para que
no me acerque a la casa.
Pero yo sabía que pasaba todos los días por la
plaza a la misma hora camino a la escuela y tomé la decisión, justo unos días
antes de la audiencia en la que finalmente, mi abogada iba a pedir que se
respetara el régimen de visitas, pero no aguantaba más ¡Seis meses hacía que no
veía a la nena!
A ella le gusta pintar y yo le pongo de todo
en la mesa para que se exprese, lápices, témperas, crayones, marcadores.
Siempre hace un dibujo muy particular, es un corazón al que le dibuja ojos,
boca y piernas de piba.
Sirvió la estrategia de negar todo, aunque al
momento de tomarme las huellas dactilares, todavía tenía manchas rojas frescas
en las manos y en la camisa.
-¿Y qué pensaste
cuando viste en el monumento de la plaza el grafiti de tu corazón?- Le insistí
a mi hija.
-Pensé: ¡papá está
vivo, está vivo!
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