Excelentes
Relaciones Interpersonales
(Autor:
Teodora Nogués)
1
-Laura, te busca un
señor Acuña en el mostrador- Me dijo Guille, y sentí que el corazón me daba una
patada y se aceleraba como queriendo salirse de mi pecho.
Era una reacción frecuente en esos días, pero esta
vez fue mucho más fuerte. Más
fuerte que el día que nos hicieron subir al primer piso para escondernos y
salir luego por la puerta de emergencia de la sucursal para esquivar las
pedradas que siguieron al cantito “chorros chorros chorro, devuelvan los
ahorros”. Se veía venir, pero a los empleados no nos permitieron retirarnos
antes. Para el momento de las pedradas, nuestro CEO, en cambio, hacía rato que
se había retirado de su oficina.
Más fuerte que cuando en la caminata hacia la
Avenida Córdoba, esa tarde de diciembre
con Edu sacándose la corbata y poniéndose el pullover con cuarenta grados de
sensación térmica, para que no se le viera la camisa que delataba su condición
de empleado bancario al escuchar los gritos de :
-Eh, vos el puto del
pulovercito!
Priscila, la justiciera impulsiva con más
sangre caliente en las venas de la oficina, me masculló al oído.
-Ese tipo, lo está
molestando a Edu, lo voy a cagar a trompadas.
-Priscila, vos no vas
cagar a trompadas a nadie, seguí caminando…
-Tenés razón, Laura,
porque si el tipo me la quiere devolver, mejor entro a correr, no?
El tipo en cuestión
tenía el tamaño de cuatro Priscilas.
Caminé hacia el mostrador, mis palpitaciones
era cada vez más fuertes. Sabía que
debía haber muchos Acuña en el mundo, pero quería creer que ese señor Acuña que
había preguntado por mi era mi padre. Hacía diez años que no lo veía ni sabía
donde vivía, ni siquiera si vivía. Por unos minutos, tal vez por la locura de
esos días, se me ocurrió pensar que él había tomado la iniciativa de averiguar
mi paradero, mi lugar de trabajo y venir a buscarme. Me imaginé abrazándolo.
El señor que estaba esperándome no era mi
padre, y lo que menos me inspiraba eran ganas de abrazarlo. Tampoco se
apellidaba Acuña. El mensaje original que le habían pasado a Guille “Hay un
señor que busca a Laura Acuña” había sufrido una modificación por un efecto de
teléfono descompuesto y había llegado como “Hay un señor Acuña que busca a
Laura”.
Putié internamente a Guille por la inversión
del orden de las palabras, que a diferencia de los factores, sí había alterado
el producto y mis nervios, mientras le preguntaba con una sonrisa al cliente en
qué podía ayudarlo.
No me respondió, me dio un celular y me dijo
que me iban a hablar.
-Hola ¿Ves ese señor
que tenés delante?-Era la voz de otro empleado del banco.
-Si, lo estoy
viendo-Contesté, no terminando de entender por qué me encontraba en una
situación tan ridícula.
La voz del otro empleado, tan pichi como yo,
pero con aires de superioridad, me ordenó que le diera al señor cierta
información de su cuenta. Información a la cual yo no tenía acceso. Le dije que
se lo iba a pasar a Guille.
-No, no. Atendelo vos
porque es urgente, está muy apurado, lo necesita ya.
-Guille está acá y lo
va a atender todo lo urgente que pueda.
“Hubiera sido más
rápido hacer ese trámite por las vías normales, en vez de jugar al personaje
influyente con la payasada del teléfono” pensé, pero no lo dije, porque en ese
entonces todavía me sentía en la obligación de cumplir con lo que había puesto
en el CV para conseguir el puesto que
ocupaba “Excelentes relaciones interpersonales”, era casi lo único, a mi
entender, que justificaba que yo
estuviera allí con mi absoluta inexperiencia bancaria.
-¿Y por qué no lo
podés hacer vos?
-Porque la bendita
empresa para la que trabajamos vos y yo, se cuida de que cada uno de nosotros
tenga información limitada y funcionemos como compartimentos estancos y no
podamos hacer chanchullos, porque trabajamos en un sistema basado en la
desconfianza, y porque al ser tan solo
un número de legajo…
-Está bién ¡Pasáselo
a Guille!
Le pasé el fardo a
Guille y corrí al escritorio de Silvita. No teníamos casi nada en común, pero
por su historia, tan particular, era el único ser humano que sentía que podía
llegar a entender el estado confuso en el que me había dejado la supuesta
presencia del señor Acuña.
2
-Silvita, necesito
hablar con vos -Me dijo Laura con la voz algo quebrada y me abrazó.
Sentí sus palpitaciones y me asusté. Por un
momento pensé que estaba cayendo en mis brazos otra víctima del stress.
Todavía me impresionaba la caída en terapia
intensiva del oficial de inversiones de nuestra sucursal, como consecuencia del
corralito. Ese día nefasto, se había
quedado hasta tarde atendiendo, tenía la información que se había filtrado, el
horario exacto del cierre del corralito, pero para cuando terminó de procesar
la última operación de extracción, sus propios ahorros de toda la vida, quedaron
“acorralados”. Se hacían chistes con que su mujer seguramente lo habría cagado a pedos al llegar a su casa.
Lo que si fue en serio, es que trabajó unos días más soportando los insultos de
los ahorristas ( “a ustedes les chupa un huevo porque ya sacaron toda la guita”
le había gritado uno), hasta que en un momento colapsó y tuvo que ser
internado. Cuando le dieron el alta, ya no era el mismo, hablaba y caminaba con
mucha dificultad.
Pero Laura no parecía afectada por el
corralito. Solía bromear con eso “Yo estoy bien, no me quedó nada de plata ni
adentro ni afuera del corralito”.
-¿Salimos a
almorzar?- Le pregunté sin soltarle el abrazo. Sus palpitaciones bajaron.
-Si, por favor ¿Nos
vemos a la una abajo?
-Dale.
Hacía mucho que no nos tomábamos la hora del
almuerzo. Comíamos a las apuradas en nuestros escritorios, o nos juntábamos
varios en la salita de reuniones. Pero Laura, si no almorzaba conmigo, salía
sola. Dejó de participar de los almuerzos grupales después de un comentario de
una de las chicas sobre los manifestantes “esto con los militares no pasaba”.
Laura la fulminó con la mirada, pero nadie más que yo se dio cuenta. Nunca más
pidió comida con nosotros. Laura no confrontaba, pero tampoco negociaba sus
principios.
Fue lindo volver a tomarnos el tiempo de ir a
Chino Central. Era caro, pero pedimos para compartir un plato principal, una
entrada, un té de jazmín y uno de rosas. Nos gustaba más el perfume a flores
que salía de las tazas que las infusiones en sí. Laura decía que era un negoción,
compartir el plato conmigo, porque con mi contextura de mini top model, yo no
consumía casi nada. Así me llamaba “la mini top model”, cuando entré a hacer la pasantía y nadie más
que ella me dirigía la palabra.
-¿Qué te pasó,
Laurita?
-Nada, Silvi, pero
necesito que me cuentes qué sentiste cuando te reencontraste con tu papá.
Me tomó por sorpresa su pregunta. Era la única
persona de la oficina a la que yo le había hablado de mi papá. Por alguna razón, había sentido que
ella me entendía.
Yo casi no tenía recuerdos de mi papá, salvo
uno de muy chiquita, curiosamente de una vez que me dio una cachetada. De los
pocos recuerdos que hubiera podido conservar, ese fue el que dejó la memoria
selectiva. Nadie me explicó nunca, por qué no lo podía ver. Un día dejé de
preguntar y cuando me preguntaban en la escuela empecé a contestar que estaba
muerto.
Y estuvo muerto en mi
memoria hasta el día de mi accidente, el día que casi muero yo. No se cuantas
vueltas dio mi auto cuando choqué, ni durante cuantas cuadras me persiguieron
los chorros a los tiros desde el auto robado. Lo único que recuerdo es que desperté en el
hospital con la columna retorcida por la contractura, sin poder mover el
cuello, llorando como una criatura pidiendo por mi papá.
Mi madre a mi lado me
contestaba.
-Acá está mamá.
-No, yo quiero a mi papá, yo quiero a mi papá.
Lloré hasta quedarme
dormida. Cuando volví a despertarme, mi decisión estaba tomada y mamá no pudo
oponerse. Iba a reencontrarme con mi
papá.
Tuve varias sesiones de rehabilitación y usé
un cuello ortopédico durante bastante tiempo. Mientras tanto mi tía, la hermana
de mi papá, organizaba el reencuentro. Mi tía había estado presente siempre.
Cuando era chiquita, mi mamá me llevaba a su casa todas las semanas. Supe que
mi mamá le había permitido mantener el contacto conmigo con la condición de que
no me hablara nunca de mi papá. Ella
aceptó el trato y lo cumplió. Me adoraba y no quería arriesgarse a perderme. Pero en cambio,
mantenía al tanto a mi papá de toda mi vida mandándole cartas y fotos mías.
Mi papá viajó desde Entre Ríos en cuanto su
hermana le dijo que yo quería verlo. Nos encontramos en casa de mi tía. Nos
miramos y los ojos se le llenaron de lágrimas. Me abrazó durante un rato largo.
Tuvimos varios
encuentros más antes de que se volviera a Entre Ríos. Hablamos mucho.
-Cuando nos
separamos, tu mamá me prohibió verte- Intentó justificar en una de nuestras
charlas.
-¡Cerrá el orto!-Le
contesté-Si hubieras querido, me hubieras visto igual ¿Tan fácil te diste por
vencido, loco? Si el día de mañana tengo un hijo, no va a haber fuerza de la
naturaleza que me impida estar con él. El tiempo perdido no vuelve. Yo no voy a
volver a ser niña nunca más, eso vos te lo perdiste. Por más que intentes
justificarlo, eso nadie te lo va a devolver.
Nunca más volvió a hablarme mal de mi mamá.
-Lo que sentí al ver a mi papá y al abrazarlo,
aunque no recordaba su cara, es que lo conocía de toda la vida- Le dije a Laura.
-Yo no se si buscar a
mi papá. Suponiendo que lo encuentre, que esté vivo…aunque sea eso necesito
saber ¿Pero cómo se si voy a querer que esté en mi vida si nunca estuvo? ¿Cómo
sigue la historia?
-Sigue como vos
quieras, Laura.
3
-¿Dónde vas a pasar
navidad, Rubén?-Me preguntó Silvia dejándome la bolsa que traía ayudada por
Laura al lado de mi escritorio junto a las otras donaciones.
-En Gualeguay, como
siempre, solo que esta vez viajo con mis hijos que quieren conocer a mi padre.
-¿Tus hijos no
conocen a su abuelo?- Preguntó Laura. No
parecía sorprendida, pero si conmovida por mis palabras.
Acomodé las bolsas
para que no estorbaran el paso de la oficina. Ese año, pese a todo, la
recaudación de ropa y juguetes para el hogar, mi hogar venía siendo tan buena
como siempre.
-No, no lo conocen.
Yo mismo casi no lo conozco. Me enteré hace poco de que vive en una islita poco
menos que como un linyera. Seguramente los vecinos deben pensar qué malos somos
lo hijos que lo abandonamos al pobre viejo, pero yo sé cuál es la verdad.
-¿Y cuál es la
verdad, Rubén?-Preguntó Silvia implacable.
-La verdad es que el
viejo nos abandonó a mí y a mis hermanos cuando murió mi mamá. Nos dejó en el
hogar para el que les pido donaciones a ustedes todos los años. Es mi forma de
devolverle a la institución todo lo que hizo por mí. Viví ahí desde los cuatro
años hasta que terminé el secundario. La gente del hogar es mi familia, la
responsable de que yo haya podido terminar mis estudios. Gracias al título pude
venir a trabajar a Buenos Aires, tener un buen pasar, conocer a la madre de mis
hijos. Esa es otra historia, de ella me separé, pero quedé en buenos términos.
Me mudé a una casa de distancia, para que mis hijos puedan ir y venir cuando
quieran, más allá de los días de visita acordados. Ellos son lo más importante
de mi vida. Por ellos me reencontré con mi padre, no por culpa ni nada
parecido. Yo no siento que le deba nada. No lo juzgo, no sé por qué fue incapaz
de hacerse cargo de nosotros. Que yo sepa, no teníamos grandes apremios
económicos que le impidieran criarnos. Solo sé que cuando murió mi mamá,
quedé huérfano de madre y de padre, él
dejó de existir. No le guardo rencor, pero tampoco ningún afecto.
Las chicas me miraron con ternura. Laura
parecía tildada.
-¿Y a esta qué le
pasa? ¿Se le colgó sistema?- Dije mirando a Silvia.
Silvia sonrío. Se
despidieron y me desearon felices fiestas.
Las escuché hablar
mientras se alejaban por el pasillo.
-¿Qué vas a hacer,
Laurita, lo vas a buscar?
-No se.
-¿Vos qué querés?
-No sé qué quiero.
Ese año pasé por
primera vez la navidad con mi padre y mis hijos. Ahora me acompañan todos los
años a llevar las donaciones a mi hogar y a pasar unos días con su abuelo.
Nunca les hablé mal de él. Ellos lo quieren.
4
-Olvidate de esa
rubia, Martín- Le dijeron sus amigos.
Se lo habían dicho muchas veces. Cada vez que
lo veían llorar. No sabían qué otra cosa decirle. Nunca lo habían visto así, de
hecho nunca habían visto a ningún hombre sufrir tanto por amor. Pero de eso me
enteré mucho después. Martín lloró mucho tiempo, hasta que se resignó a ser mi
amigo.
Nos conocimos en las mejores vacaciones de mi
vida, en un hotel de las sierras cordobesas. Mis amigas y yo pegamos onda con
su grupo de amigos. Nos juntábamos a charlar y bailar todas las noches, nunca
me había reído tanto.
Una de esas noches nos quedamos los dos solos
en el lobby. Estábamos borrachos y nos dimos un beso que apenas recuerdo. El
alcohol me había desinhibido, pero también había disminuido mi percepción.
Lo que sí recuerdo,
es que al día siguiente, ya sobrios, él quiso volver a besarme y yo no quise
saber nada. Sentía que no había piel ni
química entre nosotros.
Él quiso quedarse en mi vida en el lugar que
yo le permitiese. Por suerte quiso quedarse. Tuvimos una amistad entrañable que
duró un par de años.
-Olvidate de esa
rubia-Le repitieron sus amigos. Pero Martín nunca me olvidó. Ya no lloraba,
pero me quería y estaba yendo a mi casa a cuidarme.
Con la relativa calma que vino después de la
vorágine del corralito los empleados del banco pudimos volver a tomarnos
nuestra hora de almuerzo. Fue entonces cuando Guille me invitó a comer sushi un
mediodía en Puerto Madero. Quedaba bastante lejos de la oficina y al volver me
sentí muy mal. El sushi estaba en mal estado. Caí en cama intoxicada.
Martín vino a cuidarme todos los días.
Mientras estuve enferma tuve tiempo para
pensar mucho. Recordé a mi ex novio, hijo de milicos, hijo también de un camión
lleno de re mil putas. Un tipo autoritario, machista y egoísta. Cuando tuve el
accidente con el auto, antes de reencontrarme con mi papá, su contención brilló
por su ausencia. No vino a la clínica ni una sola vez mientras estuve
internada. Todavía estaba haciendo rehabilitación cuando él me exigió que
fuéramos al casamiento de su mejor amigo. Lo más loco fue que yo accedí a ir.
Era verano. Mi vestidito de fiesta era precioso, el cuello ortopédico me hacía
transpirar como una condenada. Y cuando pensé que no podía sentirme más
infeliz, él se me aceró y me dijo al oído:
-Silvia, sacate ese
cuello ortopédico que te queda horrible.
El reencuentro con mi padre me decidió a poner
fin a mi noviazgo. Decidí que ningún hombre volvería a hacerme sufrir.
Ese día en que Martín vino a cuidarme, como
todos los anteriores desde mi intoxicación, ya me sentía bien, algo débil aún
por la pérdida de peso, pero sin nauseas.
Lo miré. Él me había sostenido el pelo
mientras vomitaba, me había ayudado a cambiarme. Caí en la cuenta de que me
había visto semidesnuda, flaca y demacrada. Estaba allí, de pie con su metro
noventa y cinco, y yo que apenas pasaba
el metro y medio, lo miraba como a un gigante.
Esta vez lo besé yo. Fue un beso con la
química de dos personas que se sienten atraídas por primera vez y la ternura de
un amor verdadero.
Fue mi compañero inseparable desde entonces, en las buenas y
en las malas. Y Dios sabe que pasamos malas.
5
-¡Me acarició! No fue
una patadita como las otras. Tu hijo me acaba de acariciar la panza por dentro.
-¿Estás llorando,
Laura?
-No, nada que ver.
-¡Estás llorando y te
estás riendo! ¿Querés que pare en la banquina para que nos abracemos?
-No, no frenes que se
hace tarde.
Tenía miedo de llegar tarde a la oficina, pero
a veces pienso que tendríamos que haber frenado y darnos ese abrazo; detener el
tiempo en el instante en el que supe que el vínculo entre el ser que estaba en
mi útero y el que estaba a mi lado sería indestructible.
6
-¿Viste lo de Videla en la tele?- Me preguntó el gordo, mientras me sostenía amablemente la puerta de la oficina.
-Si, algo vi…lo van a
enjuiciar por el robo de bebés…
-¿A vos te parece?
Qué barbaridad, ya fue, ya pasaron treinta años, que se dejen de joder, déjenlo
vivir tranquilo al pobre viejito.
Me levanté de un
salto de la silla, en realidad no había llegado a sentarme. Estaba cursando
casi el octavo mes de embarazo y las nauseas de las primeras semanas todavía
seguían. Venía de vomitar del baño, primero en el inodoro y después en el
lavatorio cuando me estaba enjuagando la boca. Sentí ganas de vomitar otra vez.
-¿Tu nene tiene once
años, no?-Le dije al gordo respirando profundo.
Justo el día anterior
lo había traído al trabajo. Era un muchachito hermoso, dulce, de apariencia
delicada que en nada se parecía a su padre, el cadete osco, bigotudo y obeso,
pero claramente orgulloso de su pequeño retoño.
-Si ¿Por?
-¿Y si te lo hubieran
robado de bebé después de torturar y asesinar a su madre? ¿Vos ya habrías
dejado de buscarlo? Imaginate si yo te dijera que ya pasaron once años, que te
dejes de joder, olvidate de Juancito, Gordo, dejá tranquilo al asesino de su
madre ¿Te olvidarías ahora, o dentro de diez, o veinte o treinta años? ¿Te
olvidarías de Juancito? ¿Dejarías de buscarlo y de pedir justicia? ¿No te das cuenta
de la pelotudez que estás diciendo?
-Bueno…visto
así...puede que tengas razón-Balbuceó el gordo. Agarró las cajas que había
dejado en el piso para sostenerme la puerta y se fue.
-Lo que me cagué de
risa- Me dijo Rubén, que había observado la situación desde su escritorio-Entre
el gordo que tiene pocas luces y vos que tenés pocas pulgas, pensé que ibas a cagarlo a trompadas. Te salía espuma por la
boca, Laurita.
Rubén tenía razón. No sé si era porque la
concepción de mi hijo había despertado en mí un nuevo grado de conciencia del
mundo que le iba a dejar o una simple revolución hormonal, pero había cosas con
las que ya no podía dejar de confrontar.
Estaba empezando la mejor parte de mi vida,
esperaba a mi primer hijo, cosa que me parecía imposible de pensar nueve años
atrás; pero no toleraba la perspectiva de tomar solo noventa días de licencia y
dejar a mi bebé de 45 días en una guardería, como hacían la mayoría de mis
colegas. Algunas le pedían a sus obstetras que les falsificaran la fecha probable
de parto y aguantaban trabajar hasta los últimos días previos al parto, para
después poder tener más tiempo junto a sus hijos “estirarlo” hasta que tuvieran
al menos dos o tres meses. Las que se
tomaban los seis meses adicionales sin goce de sueldo, se veían perjudicadas
por el reciente sistema del banco de calificaciones semestrales. El semestre
que faltaban recibían una mala calificación de desempeño y si la anterior era
mala también, cosa que muchas veces sucedía por la fatiga del embarazo, eran
despedidas al volver de su licencia.
7
-¿Te enteraste lo de
Laura?- Me preguntó Silvia.
Nos habíamos
encontrado de casualidad en la terminal de Retiro esperando el mismo micro a Entre Ríos con nuestros hijos.
-Si, yo fui el que
avisó al banco, la vi ese día. De hecho, le salí de testigo al marido en el
juicio que le hizo a la línea 70
-No sabía que habías sido
vos.
Nos acomodamos en el micro. Mis dos hijos
quisieron sentarse juntos y los de ella también. Silvia se sentó al lado mío.
-Lo que no puedo
entender es que nadie más la haya visto ¿Cuántos la conocían en la sucursal?
- Nadie más que yo se
acercó al lugar del accidente ese día, nadie del banco, estaban todos muy
apurados.
Yo también estaba apurado esa tarde, iba a
encontrarme con mi hijo mayor. Así que me fui temprano de la oficina, mejor
dicho, hice la excepción de irme en horario en vez de irme más tarde como
siempre. De todas maneras nunca nos pagaron horas extras.
Al llegar a la esquina, la vi tirada boca
abajo sobre la senda peatonal en un charco de sangre. Me acuerdo que me
preguntó eso el abogado del colectivero en el juicio, cómo estaba su cuerpo con
respecto a la senda peatonal, supongo para ver si había chance de que ella
hubiera cruzado mal.
-¿Qué contestaste?
-Que la bloqueaba.
Ella, sin duda, había cruzado por la senda peatonal con luz
verde a su favor. Cuando me acerqué, estaba consciente aunque en estado de
shock. Justo la dieron vuelta para acomodarla en la camilla y ahí me di cuenta
de que estaba embarazada.
“¿Qué me pasó?”Preguntó
mientras se tocaba la panza como corroborando que su bebé estuviera bien.
“Te atropelló un colectivo”Le
contestó uno de los camilleros Te estamos llevando al hospital”
Le pregunté quién era su supervisor directo y
le dije que se quedara tranquila, que todo iba a salir bien, que yo iba a
avisar al banco. Me estaba yendo y me di cuenta de que no le había preguntado a
que familiar llamar. Me quise acercar otra vez, pero la policía no me dejó.
-¿Y el marido cómo se
enteró?
Un médico del
hospital lo llamó desde el celular de ella.
-¿Llegó a tiempo?
-Creo que no, cuando
llegó ya…
En ese punto de la
charla, me quebré y no pude seguir. Silvia no me hizo más preguntas.
-Al menos el chico
tiene al padre que es un amor
No hablamos mucho más
durante el resto del viaje.
Al llegar a Entre
Ríos a Silvia le estaba esperando su papá y sus hermanos,
Sus hijos corrieron a
abrazar a sus tíos y a su abuelo. Ella abrazó a sus hermanos. Su padre la
abrazó a ella con devoción, ella lo saludó fríamente.
8
-Señor, lo busca una
señorita Acuña en el mostrador- Me dijo el cadete. Sentí que el corazón me daba
una patada y se aceleraba como queriendo salirse de mi pecho.
Caminé hacia el
mostrador, mis palpitaciones era cada vez más fuertes. Sabía que debía haber
muchas Acuña en el mundo, pero quería creer que esa señorita Acuña que había
preguntado por mi era mi hija. Hacía veinte años que no la veía ni sabía donde
vivía, ni siquiera si vivía. Por unos minutos, se me ocurrió pensar que ella
había tomado la iniciativa de averiguar mi paradero, y venir a buscarme. Me
imaginé abrazándola. Pero la chica que estaba esperándome, no era mi hija.
Autor:
Teodora Nogués
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ResponderEliminarMi vida fue destruida cuando mi marido me envió el embalaje, después de 13 años hemos estado juntos. Yo estaba perdido y desamparado después de intentar tantas maneras de conseguir mi marido de nuevo a mí. Un día en el trabajo, estaba distraído, sin saber que mi jefe me llamó, así que se sentó y me preguntó de qué se trataba, le dije y sonrió y dijo que no había ningún problema. Nunca entendí lo que quería decir con que no había ningún problema para volver a mi marido, dijo que utilizó un hechizo para recuperar a su esposa cuando ella lo dejó por otro hombre, y ahora están juntos hasta la fecha y al principio me sorprendió escuchar algo de mi jefe. Él me dio una dirección de correo electrónico de DR ODION, que le ayudó a conseguir su esposa de nuevo, nunca creí que esto funcionaría, pero no tuve elección de entrar en contacto con los dichos que he hecho, y me pidió mi información y que Mi marido fue capaz de proponerle que le lanzara el hechizo y le envié los detalles, pero después de dos días, mi madre me llamó para que mi esposo me rogara que me quisiera volver, nunca creí, porque era sólo un sueño y yo Tuve que correr hacia el lugar de mi madre y para mi mayor sorpresa, estaba de rodillas a mi esposo rogándome perdón que él quisiera que yo y el niño regresáramos a casa, cuando di a DR ODION una conversación sobre el cambio repentino de mi esposo y él dejó claro Que mi marido me amará hasta el fin del mundo, que nunca se marchará para otra mujer. Ahora yo y mi esposo estamos de nuevo juntos y empezamos a hacer cosas divertidas que no ha hecho antes, él me hace feliz y hacer lo que se supone que debe hacer como un hombre sin regañar. Por favor, si necesita ayuda de cualquier tipo, por favor contacte a DR ODION para obtener ayuda. Su correo electrónico es (drodion60@yandex.com) o llame al +2349060503921.
ResponderEliminarMi vida fue destruida cuando mi marido me envió el embalaje, después de 13 años hemos estado juntos. Yo estaba perdido y desamparado después de intentar tantas maneras de conseguir mi marido de nuevo a mí. Un día en el trabajo, estaba distraído, sin saber que mi jefe me llamó, así que se sentó y me preguntó de qué se trataba, le dije y sonrió y dijo que no había ningún problema. Nunca entendí lo que quería decir con que no había ningún problema para volver a mi marido, dijo que utilizó un hechizo para recuperar a su esposa cuando ella lo dejó por otro hombre, y ahora están juntos hasta la fecha y al principio me sorprendió escuchar algo de mi jefe. Él me dio una dirección de correo electrónico de DR ODION, que le ayudó a conseguir su esposa de nuevo, nunca creí que esto funcionaría, pero no tuve elección de entrar en contacto con los dichos que he hecho, y me pidió mi información y que Mi marido fue capaz de proponerle que le lanzara el hechizo y le envié los detalles, pero después de dos días, mi madre me llamó para que mi esposo me rogara que me quisiera volver, nunca creí, porque era sólo un sueño y yo Tuve que correr hacia el lugar de mi madre y para mi mayor sorpresa, estaba de rodillas a mi esposo rogándome perdón que él quisiera que yo y el niño regresáramos a casa, cuando di a DR ODION una conversación sobre el cambio repentino de mi esposo y él dejó claro Que mi marido me amará hasta el fin del mundo, que nunca se marchará para otra mujer. Ahora yo y mi esposo estamos de nuevo juntos y empezamos a hacer cosas divertidas que no ha hecho antes, él me hace feliz y hacer lo que se supone que debe hacer como un hombre sin regañar. Por favor, si necesita ayuda de cualquier tipo, por favor contacte a DR ODION para obtener ayuda. Su correo electrónico es (drodion60@yandex.com) o llame al +2349060503921.
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